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jueves, 23 de mayo de 2013

Visita al veterinario

El lunes, Naïa se encontró una nota con un mapa enrollado al lado, en la puerta de clase.
Buscamos por el pasillo a ver si estaba su autor, pero las maestras que pasaban, no habían sido, ni habían visto a nadie sospechoso. La seño Maribel nos leyó su contenido y las hipótesis no paraban. ¿De quién podía ser? ¿Dónde teníamos que ir? ¿Sería de un médico que tiene perro? Daniela se preguntaba si habría sido su pediatra Paco...

Al día siguiente, durante la asamblea, volvimos a recordar lo sucedido, analizando su contenido: cuándo, dónde...Paula se aventuró a decir que se trataba de un "vetariniario" y lo marcamos en el calendario.

El miércoles, estaban ansiosos porque se terminara el recreo para hacer nuestra visita. Cogimos nuestro mapa, nos ubicamos y dibujamos en gran grupo un posible camino a seguir.

Mapa en mano, salimos a la calle en parejas. En cada esquina parábamos y nos situábamos en el plano y tomábamos la decisión de por dónde seguir.
Y encontramos al fin, dónde nos llevaba el final del camino.
 
Allí nos esperaba José Miguel, el médico de los animales en su hospital para animales.
Nos explicó qué animales pasaban por ahí y cómo los curaba.

 

Nos enseñó los instrumentos que utilizaba para diagnosticar a las mascotas y cómo funcionaban. Para ello tenía un cachorro que hizo de paciente. Nos mostró cómo se tomaba la temperatura a los perros, Alicia (de la clase de Ilde) se pesó en la báscula de los animales y comparamos su peso con el del perro que a pesar de que Alicia era más alta que el cachorro pesaban casi igual. El peso de los animales sirve para saber la cantidad de medicina que hay que administrarles.
Vimos que tenía las mismas cosas que nos echan nuestros papás cuando tenemos una herida: agua oxigenada, betadine...


Una de las cosas que más nos llenó de satisfacción, fue la evaluación improvisada que se nos presentó con los carteles que había de esqueletos, órganos, músculos... que acabábamos de investigar en el Proyecto del Cuerpo. Fue genial ver cómo los reconocían y se sabían sus nombres.
 
Después de tocar el perrito, nos echamos una especie de jabón que olía a alcohol y que no necesitaba aclararse, para desinfectarnos.
 
Muchas gracias sr. Veterinario por abrirnos las puertas de tu clínica y hacernos comprender que los animales también enferman y tienen sus propios médicos. Porque no es lo mismo que se lo contemos nosotros y no tengan más remedio que creérselo, que verlo in situ. Así es más difícil que se nos olvide.
 
De vuelta al cole, por el mismo camino por el que habíamos ido.
Al llegar, no me pude resistir y comprobar cómo pasábamos del macro espacio al plano escrito. Cada uno dibujó el camino que habíamos seguido desde el cole hasta el veterinario.
 Nos costó un poco menos, gracias al entrenamiento que habíamos hecho en la Malla de Peppa Pig.